ESPECIAL VOTO FEMENINO

A los 60 años del voto femenino en Colombia- Parte 3

Por 9 noviembre, 2017 octubre 20th, 2019 Sin comentarios

 

Historia del voto femenino
Parte 3
– Todo  comenzó con un silencio –

Texto: Cristina Hincapié Hurtado
Ilustraciones: Viviana Serna

“¿Cuántas de nuestras nietas saben que sus bisabuelas no tenían derecho al voto?”

Florence Thomas

«Unidas como una bandada de águilas furiosas»

Manifiesto de las mujeres indígenas de Colombia del 18 de mayo de 1927

Entonces dije ‘se dice’, como si de rumores o mentiras se tratara. También yo estuve segura alguna vez que a Colombia se había demorado mucho en llegar el derecho al voto para las mujeres. También yo creí que el primer país en permitirlo había sido Uruguay. También yo desconocía la historia silenciada de las mujeres en Colombia.

El Socorro. La primer vez en silencio

Cuando cumplí 18 años corrí ansiosa a sacar mi cédula; como muchas jóvenes de nuestro país, al ser mayor de edad, desconocía el significado y el sentido de convertirme en ciudadana. Durante las dos o tres primeras elecciones no voté. Siempre había escuchado a los adultos decir que eso no servía para nada, que siempre ganaban los mismos, que votar era perder el tiempo, y una sin saber mucho del mundo, escuchaba y creía. Con el tiempo, el amor por los libros, ese que siempre me ha abierto nuevos caminos me permitió conocer otras historias. Con los años, con la observación y la conversación que siempre nutre, comprendí que ser una ciudadana representaba no solo un derecho sino también un compromiso, y que detrás de todo, como siempre, había mil historias tejiéndose.

Comencé a leer y a investigar sobre el voto femenino para escribir estos artículos. Durante meses he leído, he visto documentales, he conocido y hablado con mujeres maravillosas que han hecho parte de este movimiento y me sorprende que algo que nos ha costado esfuerzos mancomunados y constantes y que significa tanto para la historia del país sea un cuento tan desconocido. Insisto en que me hubiera encantado oír a mi profesora de ciencias sociales contarme la historia de cómo las mujeres hicieron parte de la lucha de los comuneros y de cómo, aunque fuera por pocos días, las colombianas fueron las primeras en América Latina en tener derecho al voto.

A falta de escuelas que cuentan estos datos, hoy está Twitter. Hace unos meses, cuando justo leía y escuchaba historias sobre el voto de las mujeres, Victoria Argoty, historiadora de la Universidad Nacional, contó en esta red social un dato que al parecer muy pocos sabemos: “la Revolución Comunera en el Socorro, Santander, fue la primera en el mundo en otorgar a las mujeres el derecho al voto”. ¿En el mundo? —pensé—, ninguno de los libros ni de los textos que he consultado mencionan este acontecimiento. Entonces le escribí a Victoria. Con gran generosidad no solo me confirmó el dato, sino que además me invitó a explorar el epistolario comunero de la Biblioteca Nacional, la hermosa novela de la escritora Soledad Acosta de Samper sobre José Antonio Galán, y me explicó que si bien la norma de los revolucionarios duró solo una semana, debido a la derrota de la insurrección, esta fue realmente la primera vez que se había decretado que las mujeres podían votar en Colombia, en 1781. La primera vez, en silencio.

La historia de Vélez

Sin embargo, es difícil hablar oficialmente de primeras veces. Las historias están ocultas, silenciadas, guardadas en los corazones de aquellas mujeres que las vivieron y que ya no están. Las fechas varían según si fueron pequeñas poblaciones, ciudades o países enteros los que avalaron el voto femenino. En Colombia, los documentos generalmente consultados dicen que fue en 1853, en la provincia de Vélez, también en Santander, donde las colombianas pudieron ejercer su derecho al voto.

La historia cuenta que durante este año se originaron las Constituciones provinciales, en las que se decretaba que “cada provincia tenía el poder constitucional para disponer lo que juzgara conveniente a su organización, régimen y administración interior», como lo resalta Mario Aguilera en su texto Por primera vez, la mujer tuvo derecho a votar en 1853, 150 años de la Constitución de la provincia de Vélez. El artículo 7 de la Carta declaraba que «son electores todos los habitantes de la provincia casados o mayores de veintiún años; y cada uno de ellos tiene derecho para sufragar por el número total de Diputados de que se compone la Legislatura» (Ordenanza de la Legislatura Nº 6 del 24 de noviembre de 1853). Pero, dice Victoria, para 1853 ya estaba bien establecida la época republicana y de hecho empezaban las pugnas entre liberalismo y conservatismo, que no contemplaban darle derechos a las mujeres, a los negros ni a los indígenas, y tal vez esta fue una de las razones que llevó a la Corte Suprema a la anulación de esta constitución a finales del 54 o comienzos del 55, argumentando que los habitantes de la provincia no podían tener más derechos que el resto de los habitantes de la Nueva Granada.

Cien años después sería expedida la primera cédula de ciudadanía colombiana a una mujer. Carola Correa, esposa del General Gustavo Rojas Pinilla, nacida en 1905, fue la primera colombiana en tener el símbolo de la ciudadanía. Con el número de registro 20.000.0001 y expedida el 25 de mayo de 1956 en la ciudad de Bogotá, su cédula es hoy un documento histórico.

¡Ciudadanas, ciudadanas!

Esta lucha, que solo se haría efectiva hasta el plebiscito del 1 de diciembre de 1957, no fue rápida ni fácil. Cientos de mujeres, unidas en sororidad y constancia, se ganaron un lugar en el espacio público, en el congreso y en los medios, para convencer no solo al Estado, sino también, y sobre todo, a hombres y mujeres de todo el país de la importancia de un paso como este, y dejarnos este legado.

En el año 1954, Colombia se encontraba bajo el mandato de Gustavo Rojas Pinilla, quien había nombrado a Josefina y a Esmeralda para que presentaran frente a la Asamblea Nacional Constituyente el Acto Legislativo sobre la Ciudadanía de las Mujeres. Un 25 de agosto de 1954, el Congreso de la República tenía una gran audiencia femenina, representada en el tribunal por Josefina Valencia, una payanesa nacida en 1913, y por Esmeralda Arboleda, nacida en Palmira en 1921. Me las imagino agitando los ánimos de los diputados que, como Guillermo León Valencia, consideraban que aceptar el voto para las mujeres significaba acabar con la esencia misma de los hogares colombianos y traer la corrupción a la política. Me las imagino alzando su brazos para gritar ¡Ciudadanas, ciudadanas!, cuando la asamblea votó 60 a favor y ninguno en contra, dando la posibilidad a las mujeres de ejercer su derecho. El 25 de agosto de 1954, la Asamblea Nacional Constituyente concedió a la mujer colombiana el derecho al voto universal, sin diferencias de razas, credos políticos o identificaciones partidistas.

Con ellas, otras tantas en la lucha: Emilia Pardo Umaña, Luz Solano Borrero, Aydée Anzola Linares, Bertha Hernández de Ospina, Isabel Lleras de Ospina, María Currea de Aya, Ofelia Uribe, Rosita Turizo. Mujeres de diferentes ciudades luchando, hablando, saliendo a las calles, recogiendo firmas, mandando cartas y convenciendo a otras mujeres de unirse a esta causa que les daría a las colombianas un lugar en el Estado.

Pero con la caída del General Rojas Pinilla, todas las normas expedidas durante su administración quedaron derogadas en cuanto eran fruto de la dictadura, cuenta Sonia Vásquez Mejía de la Unión de Ciudadanas de Colombia. Nuevamente el voto femenino peligraba y fue en ese momento cuando organizaciones de mujeres como la APFA (Asociación Profesional Femenina de Antioquia) cumplió un papel de abogacía fundamental.

Rosita Turizo, la sufragista de Medellín

Rosita Turizo de Trujillo es abogada y, ante todo, ciudadana. Fue directora y fundadora de la Unión de Ciudadanas de Colombia. La han llamado ‘la sufragista’, porque su trabajo en favor del derecho al voto femenino hizo que se lo mereciera. Rosita y su hija Margarita Trujillo Turizo cuentan que con la caída de Rojas Pinilla, los candidatos Alberto Lleras Camargo y Guillermo León Valencia empezaron a recorrer Colombia para poner en consideración el acto legislativo nº3 donde se consagraba el derecho al voto femenino. Cuando llegaron a Medellín estaban las señoras de la Asociación Profesional Femenina y les preguntaron a los candidatos qué iba a pasar con el derecho al voto. Ellos se miraron, cuentan, como si no hubieran pensado en el tema. “¿Ustedes cuántas son?”, les preguntaron. “Como 200”, y se rieron porque en realidad no eran tantas.  “Vayan esta noche al Club Campestre y allá les contamos”. Esa noche, en Medellín, les aseguraron a las mujeres que podrían votar.

Siguiendo a María del Rosario Romero en las Memorias 50 años del Derecho al Voto Femenino, Sonia Vásquez resalta que esta fue la primera vez que se refirieron a las mujeres como ciudadanas de Colombia, y se les manifestó que en la Reforma Constitucional que se hiciera en el Plebiscito, la ratificación de los derechos políticos para la mujer sería el primer punto.

60 años después

El 1 de diciembre de 2017 conmemoramos los 60 años de este importante paso para la construcción de democracia e igualdad en nuestro país, y hoy no solo es importante recordar la historia y la lucha de tantas mujeres, sino también sensibilizarnos sobre la responsabilidad que esto conlleva.

Así como lo hicimos hace 60 años, hoy debemos unirnos creativamente en torno a esta celebración y a esta responsabilidad. Sonia Vásquez nos recuerda, con palabras de Magdala Velásquez Toro en su texto Derechos de las mujeres: Voto femenino y reivindicaciones políticas, que “las mujeres, en un movimiento pluriclasista, desarrollaron su creatividad: para hacerse sentir; apelaron a estrategias que iban desde conversaciones y acuerdos privados con candidatos, cartas, manifiestos, tomas de las barras del Congreso e intervenciones, hasta crear periódicos y programas de radio para difundir sus puntos de vista y polemizar como columnistas en diarios que les abrían sus puertas”. Para Sonia, es un hecho que la participación de las mujeres puede  transformar  el ámbito político de manera importante para  la resolución de la problemática de desigualdad y discriminación que vive nuestro país. Cuando las mujeres actúan como sujetas políticas, impulsan propuestas  que contribuyen  al mejoramiento de la calidad de vida de la población en general y de las mujeres en particular, su participación ejerce una verdadera incidencia social y política en los procesos de desarrollo local, regional y nacional, dice.

Para Rosita la educación es fundamental y considera que debemos preparar desde el kinder a niñas y niños para enseñarles sobre la realidad del país, sobre sus derechos y sus deberes y sobre las implicaciones que su comportamiento tendrá en la historia de Colombia.

Ella y su hija Margarita han estado siempre convencidas de que hay que hacer una revisión de la educación en Colombia, trabajar con las mujeres para que nos animemos a apoyar a otras mujeres en la política, a creer en nuestras capacidades y en nuestra responsabilidad, a votar por ellas y ayudarnos entre nosotras a obtener el poder que por derecho merecemos. ¡Necesitamos cambiar!, dice Rosita a sus 90 años. Y con esta idea, haciendo un homenaje a ella, a Ofelia, a Josefina, a Esmeralda y a tantas más, debemos seguir gritando ¡ciudadanas, ciudadanas!, sin mujeres no es democracia.

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