ESPECIAL AURA LOPEZ

Cuidado con las mujeres

Por 25 abril, 2017 octubre 20th, 2019 Sin comentarios

En alguna noticia perdida entre las páginas del periódico y refiriéndose a un hombre detenido bajo sospecha de algunos delitos, se decía de él, entre otras cosas, que quienes lo conocen lo señalan como aficionado en exceso al juego, al licor y a las mujeres. Tres vicios funestos que explican, en este caso y en muchísimos más, los abismos a donde pueden llegar quienes los padecen.

Desde tiempos inmemoriales las mujeres figuran en la lista de las cosas dañinas, no sólo en el terreno de lo moral, sino en situaciones más concretas como por ejemplo la salud, de ahí que no resulte extraño que a veces aparezcan calificadas como de alto riesgo al lado del licor, el cigarrillo o el exceso de grasas. Como quien dice, su peligrosidad bien puede asimilarse en ciertos casos, a la de una ingesta excesiva y frecuente de carne de cerdo o de aguardiente. De ahí que a muchos pacientes se les alerte acerca de la necesidad de moderar no sólo ciertos hábitos alimenticios, sino ese otro que en el discurso de algunos médicos más prudentes, se denomina simplemente como »etcétera y que va de último en la lista de las prohibiciones.

Es posible que esta figuración en el catálogo de lo perjudicial, no sea más que la persistencia de antiguos mitos instalados en zonas muy profundas del inconsciente colectivo, convertidos, con el paso del tiempo, en agüeros que pertenecen ya al folclor local, como ese de que si una mujer entra al socavón de una mina, ésta mermará o suspenderá su producción. Y ni tan local este tipo de agüeros, pues está el caso reciente de los ingenieros japoneses que trabajaron en las obras hidroeléctricas del oriente antioqueño y se opusieron a la presencia de mujeres ingenieras en los túneles, porque las losas podrían derrumbarse.

Los pobres japoneses pasaron más de un susto y no les alcanzaba la respiración para algo que aquí es usual entre colegas: quedarse con la boca abierta al paso de algún cimbreante cuerpo de ingeniera.

Quedan por ahí, dispersos en la vida cotidiana, muchos otros agüeros como el del hombre que ha sufrido mordedura de culebra y cuyo rostro debe ser cubierto de inmediato para evitar que lo mire una mujer, lo cual desataría un maleficio irreparable. O aquel otro de la mujer embarazada que si le corta el pelo a alguien se lo apesta; o que si bate los huevos para la tortilla, no suben. Si por fortuna no está embarazada pero tiene la menstruación, no podrá preparar una bebida para un enfermo, pues pierde su valor curativo, pero tampoco puede teñirle el pelo a nadie porque la tintura no fija lo suficiente. Resultan tan dañinas las mujeres, que una ilustre e inteligente matrona antioqueña a quien el médico, en la consulta, le hizo la pregunta de rigor, es decir, que si fumaba, ella, para aclarar de entrada todas las dudas, le contestó: «Doctor: no fumo, no bebo, y no me gustan las mujeres». Le tocaría pues, al médico, buscar en otros terrenos menos obvios, las causas de la enfermedad de su paciente.

Artículo publicado en 28 de septiembre de 1994.

Compartir:

Déjanos tu opinión