Cultura

Escrituras íntimas

Por 19 febrero, 2018 octubre 20th, 2019 3 Comentarios

 

Foto cortesía Índigo Editorial
Por Susana Rodríguez Velásquez** 
Colaboración especial para Mujeres Confiar

Cuando me propongo escribir algo, en el tono que sea, desde un ensayo académico hasta una carta, me es inevitable partir de mi propia experiencia. Esto podrá sonar obvio, pero no lo es tanto, pues lo que se me hace urgente no es partir de mis ideas o referentes, sino revisar cómo eso sobre lo que quiero escribir me ha tocado el cuerpo y las emociones, y solo desde ahí me fluyen las ideas; es mi forma de ir entendiendo el mundo e ir configurando el mío.

Este preámbulo antecede mis palabras porque al querer escribir sobre mujeres y literatura, sobre escritura y espacios de encuentro y visibilidad para nosotras en este ámbito, siento el impulso inevitable de ir hacia atrás en mi historia. Tengo la costumbre de hacer listas, es una actividad que siempre me ha acompañado y que, según su objetivo, disfruto y necesito (la lista del mercado, la de las tareas del día, las de libros que he leído y los que tengo por leer, la de palabras favoritas, la de recuerdos por olores…) No hace mucho me encontré rebuscando en mi memoria —para hacer una lista— los nombres de las mujeres a las que he leído y me sorprendí con el resultado: eran pocas, las conté con una sola mano.

Por esos mismos días, en mis escrituras cotidianas emergía una nueva categoría de análisis para mí; nació de otra lista a la que llamé «las mujeres de mi vida», en la que nombré a las que han sido importantes para mí en diferentes momentos. Esta lista se fue convirtiendo en mapa y ese mapa empezó a trascender fronteras más allá de las que he transitado físicamente; en ella incluí una categoría de «mujeres desconocidas», en la que hay escritoras, personajes de libros y otras que tienen blogs o que, simplemente, con lo que publican en sus redes sociales me han conmovido.

Este asunto de encontrar en mi propia lista de libros leídos muy pocas mujeres, se topó de frente con las discusiones que por estos días (¿meses? ¿años?) se han dado respecto a la presencia femenina en los ámbitos académicos, políticos, literarios, etcétera, pues me reconocí también en la idea de que es decisión de quienes leen y eligen, entre todas las opciones que hay, leer o elegir a las mujeres, sin ir más allá en ese análisis, cuestionando, por ejemplo, cómo operan las estructuras de mercado, institucionales y culturales que están detrás de la oferta y de la contienda política. Este es un tema con mucha tela por cortar en el que no entraré ahora, pero que sirve como abrebocas a lo que quiero contar, porque lo que esta reflexión trajo para mí son preguntas que me he venido respondiendo, pero que también siguen abiertas: ¿cuántas personas más habrá, como yo, que han leído muchas menos mujeres que hombres? ¿Por qué pasa eso más allá del funcionamiento de la industria? ¿Es relevante esta pregunta? ¿Es importante tener una mirada desde el feminismo para hacerse estas preguntas? ¿Escriben menos las mujeres? ¿Qué es la literatura femenina?, ¿tiene una forma o género específico? ¿Literatura femenina es la que escriben las mujeres independientemente del tema o género, o es la de historias de mujeres independiente de quién las escriba? ¿Publican menos las mujeres? Sé también que para estas preguntas existen respuestas desde diferentes perspectivas, algunas las conozco y a las otras seguro iré llegando. Estas solo son las preguntas que han surgido en mí, primero como sensación e inquietud y que han ido derivando en apuesta personal desde lo íntimo en mi relación con la literatura.

Mis amadas desconocidas son mujeres que a través de sus palabras han llegado a instalarse en mis entusiasmos literarios, en mis impulsos de escritura que muchas veces tienen forma de cartas, aunque en ocasiones se queden entre mis archivos, pero también en mi lista de contactos, gracias a que en algún momento he decidido volverlas remitentes. Uno de esos impulsos un día pasó de ser escritura unilateral a correspondencia.

A Marina la conocí por su blog. Me animé a escribirle y después del saludo tímido, el intercambio de palabras se convirtió en conversación: ¿qué haces, qué tal vives en tu ciudad, qué piensas del futuro?, me dijo ella en su respuesta. Y esas preguntas permitieron abrir una ventana y después cruzar un puente entre dos mundos que, además del gusto por escribir, tuvo como punto de encuentro un interés en común: la escritura de mujeres sobre la vida íntima.

Foto cortesía Índigo Editorial

Ese mundo, el de la escritura íntima, es profundo y la mayoría de las veces silencioso, en algunos casos tiene forma de diario, y, por lo general, ha sido catalogada como una «actividad de mujeres», y va entre comillas por la etiqueta reduccionista y la connotación negativa que ha tenido bajo esa clasificación. Aunque en términos literarios esto tiene también sus estudios y análisis, yo lo hago, una vez más, desde mi experiencia personal. Escribo diarios desde que era niña, conozco muchas mujeres que lo hacen, pero no conozco hombres que lo hagan (seguro también los hay). En mi memoria colegial vive una sensación de burla por parte de ellos a ese acto tan normalizado entre nosotras; recuerdo ya sin caras, nombres, ni fechas a un grupo de niños amenazando con abrir el diario de una de sus compañeras, revelar a los demás lo que había ahí, violar esa intimidad; me vienen a la memoria las formas de cuadernos rosados con candados que desde las estanterías de almacenes, en el contexto de ese momento, mandaban el mensaje de que eso de escribir diarios era de mujeres.

Con el paso del tiempo, la escritura, y sobre todo la consciencia de su importancia en mi vida, se transformó en la certeza de tener un universo íntimo e infinito en el acto de escribir, una necesidad convertida en hábito y una forma de habitar el mundo: la mía. Luego el lápiz y el papel se convirtieron en archivos digitales y estos, a su vez, se volvieron contenidos para compartir, y entonces mi impulso de escritura encontró respuestas y conversaciones a través de internet. Así llegué a Marina, a quien habitan las mismas inquietudes, certezas y sensaciones, pero con una diferencia: ella no se guarda sus palabras solo para sí misma sino que las comparte y logra conectar a otras tantas que, como yo, venían transitando este mismo camino desde diferentes lugares del mapa, pero que en sus iniciativas fuimos encontrándonos como en una reunión de amigas que hace mucho no se ven y tienen mucho por hablar, aunque no nos conozcamos.

El camino que transité para llegar hasta aquí incluyó mi descubrimiento de muy pocas mujeres leídas en una lista, mi insistencia en la escritura íntima de forma silenciosa pero constante, una serie de incomodidades en principio imprecisas que se fueron convirtiendo en dudas y después en preguntas puntuales, un impulso de correspondencia que se transformó en relación epistolar asincrónica y transatlántica, no solo para comunicar a dos personas que escriben, sino a una que escribe tímidamente con un grupo de mujeres que lo hacen de forma íntima, pero que decidieron apostar por alzar la voz, no solo la propia sino la de«todas»: todas las que quieran abrir sus universos íntimos para encontrarse en ellos.

Como dije, me cuesta narrar lo que no me pasa por el cuerpo, y por eso aparece aquí mi tránsito personal por este mundo, pero esta historia es realmente de ellas, de quienes obedecieron al impulso de sus palabras y empezaron a trazar ese puente que yo, después, quise también cruzar.

La desconocida que soy

Marina, Fernanda y Carla crearon Índigo Editorial, un proyecto que publica literaturas de la intimidad escritas por mujeres y que traza un puente transoceánico entre las voces de España y Latinoamérica. Ante la pregunta: ¿por qué mujeres?, ellas responden: «Poco a poco fuimos viendo con más claridad la idea de que se trataba de elegir qué voces creemos que requieren un espacio. Al fin y al cabo, muchas de nosotras crecimos pensando que nunca seríamos lo suficientemente valiosas o importantes para ser leídas. Eso cambió; eso queremos seguir cambiando».

Cuando ellas se refieren a mujeres, lo hacen desde una perspectiva social y no biológica, pues al tiempo que sus concepciones sobre los roles femeninos en la sociedad se van ensanchando, van entendiendo que ser mujer puede tener amplísimos significados. Están seguras de que ha existido un lugar asfixiante para nuestra voz en la literatura universal, y que todavía en la actualidad existe un sesgo de género en este ámbito; siguen existiendo casos de editoriales que catalogan a autoras como«la mujer de» o «la amante de». Marina, Carla y Fernanda asumen, desde un lugar de humildad, pero también de fuerza, el reto de ser parte de quienes cambian esto definitivamente, por eso emprenden el acto necesario de tender una mano: «Porque muchas de nosotras seguimos enfrentando la inseguridad o el miedo a la hora de lanzar nuestros textos al mundo».

A finales del 2017 Índigo Editorial hizo una convocatoria para compilar diarios íntimos de mujeres y en marzo de este año publicará La desconocida que soy, que, así como la editorial, tiene como objetivo «habilitar un espacio donde las mujeres puedan desarrollar una voz propia y alzarla, pero también donde por fin logren encontrarse libres para decirse con sus propias palabras».

Ellas están convencidas de que en la escritura de la intimidad hemos estado solas, pero quieren que eso cambie. El hogar que están construyendo es conciliador: resistencia. Y el primer volumen de la antología (que verá nacer su segunda parte a finales de 2018) es su primera piedra.

Además, están haciendo que el puente vuelva tangible el encuentro, así que entre el 30 de marzo y el 1 de abril de 2018 realizarán el I Encuentro de Mujeres y Escritura, en Montevideo. Lo describen como un espacio para dar voz y rostro a las literaturas de la intimidad femenina en nuestro tiempo, que nace de una sinergia de mujeres de Madrid, Montevideo y Buenos Aires que han encontrado su norte a partir del ejercicio de narrarse y trabajan en el marco de las escrituras del yo.

Un día crucé el Atlántico con las palabras que envié a Marina hasta Madrid y ahora he decidido ir hasta Montevideo para conocer a estas mujeres que me han hecho conmover con sus entusiasmos hechos palabras, libros y, ahora, encuentros más allá de las pantallas.


** Susana Rodríguez Velásquez es comunicadora de la Universidad de Antioquia y trabaja en producción de contenidos educativos virtuales. Se define a sí misma como «escritora silenciosa de cartas y diarios. Tejedora, viajera y lectora empedernida. Feminista tardía.  Teletrabajadora. Pastusa viviendo en Medellín. Espíritu trashumante». Su amor por las letras la llevó a contarnos la historia de un colectivo de mujeres que, como ella, en silencio pero no silenciadas comparten la pasión por la escritura íntima.

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3 Comentarios

  • Avatar Andrés Echeverry dice:

    Es bueno leerte y saber de tus rumbos. Espero que sea una gran experiencia el encuentro en Montevideo.
    Además recordé el trabajo que hace Isabel Ruiz de España, que visibiliza a otras mujeres a través de su arte, la ilustración: https://www.isabelruizruizilustracion.com/

  • Avatar Ori dice:

    Qué lindo proyecto y qué hermoso leerte, Susi. Gracias por compartirnos este proyecto tan importante y gracias también por dejarte leer entre estas líneas que publicas. Abrazo.

  • Avatar Stefanía RG dice:

    Me gusta saber que hay un espacio para encontrarnos, para descubrir en las letras-listas de otro, tanto sentido que hay en la vida. Estos proyectos, Mujeres Confiar e Índigo Editorial, demuestran que mientras algunos se empeña en fracasar, hay tantos otros que trabajan por seguir dandole sentido al mundo.
    ¡Graciaa por compartirlo!

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