Cultura

Hacerse hombres

Por 24 noviembre, 2017 octubre 20th, 2019 Sin comentarios

Por Cristina Hincapié Hurtado

Hacerse hombres. La construcción de masculinidades desde las subjetividades, es el resultado de una dedicada investigación realizada por Hernando Muñoz, trabajador social, magíster en Cooperación y Desarrollo y doctor en Perspectiva de género en las Ciencias Sociales. A través de conversaciones con hombres colombianos, Hernando y ellos nos cuentan lo que ha significado en nuestra cultura hacerse hombres.

Siempre me ha desagradado ser un hombre… incluso la expresión «¡Sé un hombre!» me agrede como algo insultante, injurioso. Quiere decir: sé idiota, insensible, obediente y soldadesco, y deja de pensar. La masculinidad… una mentira odiosa y castradora… que es por su propia naturaleza destructiva, emocionalmente perjudicial y socialmente dañina

Paul Theroux

«¡Usted no es una niña, compórtese como un varón», «no llore, que los hombres no lloran», «¿usted no es pues un hombre?». ¿Se le hacen familiares estas frases?, ¿cuándo fue la última vez que las escuchó?, ¿se ha sorprendido alguna vez pensando algo similar que refuerce los estereotipos de lo que significa ser hombre en nuestra cultura?.

Para Hernando Muñoz, trabajador social, magíster en Cooperación y Desarrollo y doctor en Perspectiva de Género en las Ciencias Sociales, estas son solo algunas de las ideas que, en nuestro contexto, definen lo que se conoce como la «masculinidad hegemónica», es decir, un modelo único construido culturalmente para decirle implícitamente a los hombres cómo se es un varón.

A partir de una serie de entrevistas realizadas a hombres heterosexuales entre los 20 y los 50 años, y utilizando los relatos de vida como herramienta fundamental para la investigación, en este libro, resultado de su tesis doctoral, Hernando no solo nos cuenta qué significa o qué ha significado para ellos hacerse hombres en la cultura colombiana,  sino que además nos muestra cómo estos significados, tienen incidencias y están, a su vez, influenciados por las ideas que sobre los hombres se multiplican en el hogar, en la escuela, en la familia y con los pares. Estos significados están también atravesados por variables como la clase social, la raza y el nivel educativo, dando cuenta de que, en definitiva, no hay una sola forma de ser hombre.

Para el autor, esta reflexión es «un tema necesario y actual para comprender y establecer las relaciones de poder entre hombres y mujeres, pero sobre todo para poder deconstruir las relaciones de poder entre hombres y mujeres y entre los mismo hombres, para limpiarse de los mandatos que nos ha dado la cultura y que nos han hecho tanto daño».

Al igual que las mujeres, los varones no nacen, se hacen

La categoría «género» surge en los años cuarenta para «separar la diferencia sexual corporal de la adquisición de la identidad psíquica»; se habla entonces de género para referirse a los atributos sociales y culturales que a partir de esas diferencias biológicas se configuran. Si parece complejo de entender, piense que no es lo mismo ser hombre o mujer en Colombia que en India, pues cada cultura construye un ideal de identidad que limita a cada sexo a una serie de comportamientos que se esperan de él por pertenecer a x o y orden biológico. Debido a los interrogantes a los que el feminismo ha enfrentado estos estereotipos, desde hace algunas décadas han surgido los estudios y movimientos sobre masculinidades. Para Hernando, esto ha sido de vital importancia para la transformación social, pues no bastan los estudios sobre la mujer para cambiar los roles establecidos y hoy es imperante que hablemos y analicemos con más profundidad ya no los géneros separados, sino que hablemos más de la relación entre estos.

En 1949, la filósofa y escritora francesa Simone de Beauvoir transformó las ideas sobre lo que significaba ser mujer al afirmar que la mujer no nace, sino que se hace. Con esto, Beauvoir quería decirnos algo que pareciera obvio pero no lo es: la identidad es una construcción.  Nos hacemos, nos construimos como hombres y como mujeres, y «de la misma forma en que las mujeres se han pensado tanto, también los hombres se pueden deconstruir, pueden desaprender, deshacerse y volverse a hacer», según Hernando.

Pero en este libro, él va más allá; la inevitable y trascendental pregunta que nos lleva a la construcción de la identidad  —”¿quién soy?”—, se ve aquí cuestionada de nuevo para que los hombres puedan preguntarse ¿quién voy siendo? y de esta forma puedan humanizarse, permitirse ser aquello que la sociedad les ha prohibido ser, decir y sentir, y que puedan verse reflejados en el espejo de las historias de otros hombres para desnaturalizar algo que parece normal pero que solo es el reflejo de estereotipos que nos hacen daño y nos dividen en lugar de unirnos como seres humanos.

Para el autor, el interés por este tema surge al ver que las mujeres podían aprender y des-aprender comportamientos impuestos por la cultura, por lo que se pregunta: ¿por qué los varones no pueden hacerlo?

Ser hombre en Colombia

«Exitoso, era el que tenía a las viejas más buenas, plata, o sea, en términos generales, el que tenía más viejas, el que tenía plata, el más rumbero, no el mejor estudiante, de hecho un poquito vago estaría bien, tampoco era que se fomentara eso pues, como en la cultura interna, no sé cómo se llama, pero no era pues un requisito, ser buen estudiante, sí el fiestero, medio irresponsable, ese es el exitoso, el vacán, el vacán antioqueño que todavía pues existe, «el vivo vive del bobo», todas esas cosas, así era»

(Santiago, 26 años)

«El hombre es el verraco, el fuerte, el macho, el que no se la deja montar, manda la situación»

(Rodrigo)

Relatos como estos hacen parte de los relatos recogidos por Hernando, historias donde se evidencia que los movimientos sociales e históricos incidieron en la imagen que se tiene sobre lo que significa ser hombre. Sin duda alguna, la violencia y el narcotráfico tuvieron un gran impacto en la construcción de masculinidad en nuestro país, «el narcotráfico no sólo brindó una manera fácil de lograr dinero, sino que además pudo calar en un contexto en el cual se idolatraba una masculinidad basada en elementos como la fuerza, el no sentir miedo, el ser duro, de sangre fría, individualista, machista, mujeriego, etc. Es bastante diciente el relato: la presencia de un grupo de jóvenes que a pesar de su edad estaban allí en su rol de hombres heterosexuales activos ya era muestra de hombría, ahora debían “probar finura” con respecto a las armas y la capacidad de poner esos valores por encima de la vida de otros y otras», propone el autor.

Así, ser hombre en Colombia, y especialmente en ciudades como Medellín, se encuentra, según la investigación, articulado desde tres mandatos principales: el éxito económico, ocupar una posición de autoridad en el núcleo familiar y el ejercicio de la heterosexualidad activa. Las dificultades que se presentan para generar transformaciones y deconstrucciones de estos ideales siguen siendo un reto para la sociedad, muchos hombres sienten que no pueden hablar de estas cosas o no encuentran espacios para el diálogo y la reflexión, y algunos se sienten señalados o aislados por no responder a estos estereotipos. Generar espacios, tiempos y estados para  esta deconstrucción es un ejercicio en el que estamos implicados hombres y mujeres.

Sin embargo, libros como este nos plantean preguntas que nos invitan a actuar en favor de una «liberación de los hombres para hacer un mundo y una sociedad mejor», pues es un aporte a la posibilidad de pensarnos desde el género y las masculinidades, encontrando otras formas, más humanas, más equitativas y más justas para relacionarnos y construir juntos.

SOBRE EL AUTOR:

Hernando Muñoz Sánchez, Trabajador Social de la Universidad Pontificia Bolivariana, magíster en Cooperación y Desarrollo de la Universidad de Barcelona, doctor en Perspectiva de género en las Ciencias Sociales de la Universidad Complutense de Madrid, docente de la Universidad de Antioquia y decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la misma Universidad.


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