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Reflexiones sobre el feminismo liberal vs. el feminismo insurgente en el marco de la implementación de los acuerdos de paz con las Farc-ep

Por 8 septiembre, 2017 octubre 20th, 2019 Un comentario

 

Elena Román. Cortesía

Elena Román.
Columnista invitada

Feminista popular. Historiadora. Actualmente cursa la especialización en Epistemologías del sur, de CLACSO.

“Las mujeres del Sur son narradoras de sus propias vidas. A pesar de ser (re)escritas por otras mujeres, a menudo bajo lo que llamo “retóricas salvacionsitas” y narrativas orientalizadas por Occidente que eliminan todo rastro de contemporaneidad, no deja(rá)n de contarse mutuamente historias. Suele haber mucha más riqueza en las conversaciones con las mujeres que luego, inevitablemente, se pierde en el género de las escrituras etnográficas, por más sensibles que ellas se muestren”.
Karina Bidaseca

En los últimos cinco años, en Colombia la terminación de la guerra ha sido parte fundamental de la agenda de movimientos sociales y de mujeres. Hoy es una realidad que facilita el surgimiento de nuevos escenarios políticos para muchos debates postergados por años de guerra y es un paso histórico para la sociedad colombiana haber logrado quitarle las armas a la política para darle paso a unos mínimos democráticos y lograr que quienes sufrieron el rigor de la confrontación y quienes han permanecido en proyectos de resistencia por tantos años, puedan arriesgarse a enunciar sus proyectos políticos, fortalecerlos y consolidarlos.

Uno de los proyectos que logra verse por fuera de la guerra es el de los movimientos de mujeres y feministas que durante más de 20 años asumieron las banderas de la paz, el pacifismo y el antimilitarismo, que ahora se encuentra ante el reto de comprender cómo asumir la entrada en la escena de la lucha social, política y feminista de las mujeres de las Farc-ep, mayoritariamente campesinas y que han tenido una relación histórica con las comunidades y los  territorios donde habitaron por décadas.

En este ensayo partiré de la siguiente afirmación: el movimiento de mujeres y feminista en Colombia tuvo una agenda común en tiempos de guerra que facilitó su articulación. Al tiempo, existieron muchos debates con relación a las mujeres de izquierda no armada, en armas y comunistas que marcó un antagonismo silencioso entre feministas y las otras de izquierda. Con todo, en tiempos de implementación, este debate se viene dando y devela profundos vacíos del feminismo liberal y de las feministas históricas [1] en su  relación con las campesinas, las indígenas, las negras y las mujeres urbanas empobrecidas por el neoliberalismo, pues en tiempos de resistencia a la violencia política se tejió una relación jerárquica, de interpretación desde el afuera de sus problemas y padecimientos, que en tiempos de implementación evidencian cómo la representatividad y vocería fueron tomadas por las mujeres urbanas de clase media, cuando fueron las mujeres de las zonas más críticas de la confrontación armada quienes se organizaron en diferentes expresiones y conformaron movimientos en contra de la guerra y por la salida negociada al conflicto armado.

El feminismo liberal con relación a las mujeres de las Farc-ep

Como lo expresé anteriormente, en la lucha por la salida negociada al conflicto los movimientos de mujeres y feministas tejieron un método de lucha y resistencia entre mujeres de todas las clases sociales, cuya agenda política fue la terminación de la guerra y la salida negociada al conflicto armado en Colombia. A la vez un tema que nunca fue consenso es la mirada que algunas feministas liberales tenían sobre el trato o la vida de las mujeres guerrilleras en armas y filas.  Esta situación llevó a grandes debates, pero todos ellos, como la profesora Karina Bidaseca lo plantea, fueron muchas veces abordados como retóricas salvacionistas y otras moralizantes o situadas desde una mirada de las mujeres como víctimas homogéneas del patriarcado. Lo cierto es que en tiempos de guerra, los testimonios directos de las combatientes, la comprensión de cómo se vivía allí, la relación entre hombres y mujeres, no era más que una interpretación, sus voces no llegaron a centros urbanos y menos a una línea directa con las feministas históricas.

Durante el recrudecimiento de la guerra (2002-2010), desertaron  mujeres de las Farc-ep con testimonios sobre violencia sexual al interior de las filas, la obligación del aborto y abusos de poder. Algunos de estos testimonios fueron utilizados para construir una imagen de las mujeres sometidas a un orden militar revolucionario y patriarcal sin matices; esta imagen ha pervivido hasta hace poco, cuando en las zonas veredales de tránsito a la vida civil salen cientos de rostros de mujeres con otros testimonios, análisis e historias que han ampliado el panorama de lo que fue la vida para las mujeres en la guerra, lo logrado y los retos que trae venir a una sociedad donde el orden patriarcal cada vez se agudiza más.

En esta vía también ha sido un reto para las feministas históricas y los feminismos que  portan, establecer un diálogo respetuoso, horizontal y de construcción colectiva con las mujeres campesinas que estuvieron en armas y que tienen una experiencia que no solo habla de opresión, también habla de igualdad y de relaciones que se establecen en medio de la guerra.

En este panorama es indispensable comprender la genealogía de un feminismo liberal que se ocupó de denunciar la violencia patriarcal y machista en medio del conflicto armado y que, por supuesto, incidió en su momento para lograr disminuir el horror de la guerra y atender a las mujeres víctimas de las guerrillas, los paramilitares, el ejército y la policía. Pero ante el escenario de la implementación, hay interpretaciones que se desdibujan y representaciones políticas que tendrán que ser ampliadas, porque emergen voces nuevas con interés de hablar por ellas mismas. En este caso, las mujeres Farianas que están dentro de la negociación no se sienten víctimas, se sienten parte de un proyecto político que por supuesto necesitan tensionar para poner al centro la apuesta por despatriarcalizar y por lograr un protagonismo paritario en el nuevo partido, lo que deriva en una nueva categoría cuestionada por una parte de las feministas históricas y la praxis feminista: el poder y mucho más el poder político electoral.

¿El sujeto mujer del feminismo universalista facilitaría explicar el rol de las mujeres campesinas que estuvieron en armas?

En su artículo Etnocentrismo y colonialidad en los feminismos latinoamericanos: Complicidades y consolidación de las hegemonías feministas en el espacio Transnacional, María Lugones, Yuderkis Espinosa y Karina Bidaseca hacen cuestionamientos teóricos y profundos a un feminismo que habla en nombre de todas las mujeres y a la vez  las minimiza por su condición racial y de clase y que reduce la opresión de las mujeres sólo a una condición de género. Partiendo de esto, podríamos decir que en esa praxis feminista las mujeres de las Farc no encontrarían y no han encontrado una posibilidad de situar su experiencia vivida, su acumulado político y su proyección. Por el contrario, encuentran un gran abismo para conversar porque ellas en sí mismas le reflejan al feminismo colombiano las debilidades ya enunciadas tantas veces en América Latina y el Caribe. En ese sentido, se tendría que volver la mirada sobre algunas necesidades y hechos:

  • Interpretar la situación de opresión de otras mujeres que no viven la misma realidad de otra clase de mujeres.
  • Pensar el feminismo desde la lógica del feminismo de la diferencia o la igualdad  como únicos, y por tanto la teoría se debe acomodar e interpretar al sujeto mujer universal.
  • La teoría feminista más conocida ha estado implícitamente ligada a ciertas concepciones de la teoría liberal, por tanto, enfrentarse a mujeres que se nombran comunistas, marxistas o socialistas marca una distancia inmediata.
  • En algunos encuentros que las mujeres de las Farc han hecho, las feministas les han planteado que en Colombia hay una historia del feminismo que ellas no pueden desconocer, que es el feminismo de las mujeres de clase media.
  • Se sospecha de ellas por su supuesta lealtad incondicional a sus compañeros en armas y donde se supone cederán mucho espacio en la vida política.
  • El feminismo liberal colombiano no logra comprender qué clase de mujeres son las que toman las armas y las ven como no portadoras de una feminidad que es inherente al mundo de las mujeres y al feminismo de la diferencia.
  • Una pregunta que devela lo cerrado del feminismo colombiano: ¿podrán ellas ser feministas? La respuesta de algunas voceras de las Farc al escuchar y sentir parte de las prevenciones es: ¿sólo se puede ser feminista de una manera?

El feminismo insurgente de las  mujeres de las Farc–ep

La experiencia vivida en la Comisión de Género que se instaló formalmente en La Habana el 7 de septiembre del 2013, le permitió a una mujer como Victoria Sandino, la primera que aparece como vocera de las Farc y que jugó un papel fundamental en la implementación de la perspectiva de género en los acuerdos de paz (ver:  Vivencias, aportes y reconocimiento: las mujeres en el proceso de paz en La Habana) comprender el reto que traía sostener la igualdad lograda en la lucha armada, en la vida política después de la firma del acuerdo definitivo de paz:

El papel de las mujeres dentro de la organización armada ha sido fundamental en el nivel de desarrollo de nuestra lucha. Farc-ep fue para las mujeres rurales, especialmente, una opción de vida diferente, una oportunidad para escapar de una realidad de exclusión, discriminación y opresión. Es menester llevar la práctica liberadora e igualitaria de las mujeres dentro de nuestro partido a un plano teórico y consciente, para que toda nuestra militancia se percate del alcance y la importancia de los derechos conquistados, y al mismo tiempo de las limitaciones en el plano cultural e ideológico, lo cual nos plantea la necesidad de seguir intensificando la lucha por la igualdad de oportunidades y por el no retorno a los roles tradicionales de la sociedad (ver: Tesis de género Mujer fariana).

En muy interesante encontrarse con este texto porque ellas, situadas como mujeres rurales que encontraron en la guerra parte de la igualdad que no encontraron en sus contextos familiares y sociales, no están preocupadas por cómo salir de la opresión, sino, por cómo mantener lo logrado en su organización y cómo insertarse en una lucha feminista también al interior de su partido, pero sin abandonar su colectividad mixta.

En esta vía se encuentra en su texto una mixtura de varias corrientes pero de fondo el esfuerzo mayor e invaluable que será necesario seguir profundizando es el salto político de poner al centro de su organización el debate sobre el patriarcado y la diversidad sexual en una organización compuesta en un 80 por ciento por personas campesinas.

Entendemos el feminismo como condición indispensable de la lucha organizada por la emancipación humana, es parte de la lucha de la clase trabajadora, desde donde se asume la lucha revolucionaria por la transformación de la actual sociedad excluyente y profundamente individualista como expresión del sistema capitalista. No obstante, la historia ha demostrado que la eliminación del capitalismo, no garantiza que la exclusión de las mujeres termine; se hace necesario entonces continuar discutiendo los aportes del feminismo como condición necesaria para transformar la sociedad.

Entendemos la necesidad del empoderamiento de las mujeres para que puedan hacer presencia en espacios de toma de decisiones y así tener una incidencia real dentro del partido y en las masas. Ya que el término “empoderamiento” ha sido usado por el feminismo liberal para denominar el surgimiento individual de la mujer en puestos de representación para reproducir la explotación, utilizamos el concepto “empoderamiento colectivo”, para referirnos a procesos de lucha conjunta por la emancipación y la participación femenina en espacios públicos. En este sentido, la llamada cuota puede ser una medida transitoria de cierta utilidad, sin que sea una garantía plena de la lucha por los derechos de las mujeres.

Situarse como marxistas no las devuelve a la vieja frase que dice que primero se hace la lucha de clase y luego la liberación de las mujeres. Muchas de ellas han comprendido, desde su praxis, que esto se hace simultáneamente; sin embargo, lo que sí es claro es que las distancias entre quienes se llaman feministas históricas y estas nuevas mujeres en el mundo de la lucha política y feminista tendrán más antagonismos que cercanías. Esto no viene sucediendo sólo por la ideología política de donde proceden las mujeres de las Farc, sino porque existen realmente prácticas clasistas y racistas más profundas en el feminismo liberal que en la experiencia vivida por las mujeres de esta guerrilla.

A manera de una pequeña conclusión, el feminismo tuvo un papel fundamental en la terminación de la guerra y en incentivar el protagonismo de una parte de las mujeres. En esta vía esa lucha fue interclasista, es decir, entre diferentes clases sociales de mujeres, pero a la hora de posicionarse para el reconocimiento, el protagonismo y la acción política en la fase de implementación, las agendas se distancian y no basta sólo con ser mujer o ser feminista histórica para representar a campesinas, indígenas o negras, quienes desde sus organizaciones territoriales también fueron protagonistas de este proceso, ni a las que entrarán después de haber estado en la lucha armada en la escena social y política. La representatividad todas estas mujeres no estará en la fase de implementación en las voces de las mujeres blancas, de clase media y liberales porque el feminismo liberal no ha construido realmente una apuesta política para todas las mujeres a las que siempre afirmó representar y porque su agenda no corresponde en la actualidad a las necesidades materiales de la mayoría de las mujeres históricamente excluidas


[1] Utilizaré el término feministas históricas para referirme a las mujeres que desde el feminismo de la igualdad y la diferencia, han realizado sus luchas desde los años 60.

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